¡Hola a todos!
Hoy hemos estado hablando en clase de los diferentes estilos educativos: tradicional, libertario, personalista... Para esta actividad se nos ha pedido que intentemos pensar en alguna otra película a mayores de las comentadas en clase en la que se distinga claramente alguno de los tipos de docente. Y a mí me ha venido enseguida una pelicula a la cabeza: Matilda.
La película de Matilda, de 1996, es una adaptación cinematográfica de la obra del mismo nombre escrita por Roald Dahl en 1988. Para aquellos a los que no os suene el nombre, es el mismo escritor que escribió Charlie y la fábrica de chocolate o James y el melocotón gigante, que espero que sí que os suenen porque son dos de las mejores novelas infantiles jamás escritas (divertidas, ingeniosas y completamente exentas de elementos violentos u horripilantes). Ambas han sido llevadas al cine también, así que si no habéis leído los libros (que como futuos profes, deberíais), espero que al menos os suenen las películas.
Pero volvamos a Matilda. Sin destripar mucho el argumento, Matilda es una niña superdotada con unos padres tan ignorantes que lejos de reconocer su talento la consideran rara e inútil. En este contexto, Matilda empieza a estudiar en la escuela de su pueblo llena de ilusión, pero enseguida descubre que su periplo en la escuela no va a ser tan idílico como se había esperado, ya que se va a encontrar ante dos estilos docentes completamente opuestos.
Por una parte, tenemos a la señorita Honey, la profesora de su clase. Paciente y amable, la señorita Honey se esfuerza por mostrarse cercana a sus alumnos y hacer que todos participen en clase, adaptándose a las necesidades de cada uno y recurriendo a canciones y juegos para ayudarlos a aprender los contenidos. Si atendemos a la clasificación de Anderson, estaríamos ante una docente integradora. Si atendemos a la de Gordon, se trataría de una enseñanza de tipo instrumental expresivo, pues la profesora cumple con los objetivos de aprendizaje en cuanto a contenidos pero sin perder de vista las necesidades afectivas de sus alumnos. Me resulta más difícil decantarme por alguna de las categorías que propone Fullat. Creo que sería algo intermedio entre pedagogía autoritaria y antiautoritaria, pues se parte de que el niño es bueno y hay que respetar sus necesidades emocionales y proteger su felicidad, pero se mantiene la jerarquía profesora-alumnos y es la profesora la que marca los objetivos y toma las decisiones. Como líder, según Reddin, supongo que sería una mezcla de líder progresista y realizador, aunque de nuevo me cuesta decantarme por un tipo u otro al tratarse todos de casos extremos. Supongo que todo docente equilibrado será una mezcla de varios de estos estilos.
Por desgracia para Matilda y sus compañeros, todas los niños de la escuela tienen clase con la directora una vez a la semana: la señorita Trunchbull. Esta utiliza estas clases semanales para evaluar el progreso de los alumnos y criticarlos tanto a ellos como al docente de turno. En su clase, la disciplina y la sumisión son las claves para la supervivencia, y digo "supervivencia" porque los castigos de esta mujer son tan inventivos como malvados. La señorita Trunchbull constituye un excelente ejemplo de docente dominadora (clasificación de Andeson), con un estilo de enseñanza puramente instrumental, según la de Gordon (¿necesidades afectivas de los alumnos? ¿qué necesidades afectivas ni qué ocho cuartos?). En la clasificación de Fullat se correspondería con una pedagogía tradicional y por último, según la de Roddin, hablaríamos de un estilo autocrático.
Si no os convence la clasificación que he hecho o queréis matizar algo os invito a que dejéis vuestros comentarios. Y si queréis saber más sobre el choque metodológico entre ambas mujeres y los recursos de Matilda para hacer frente a la señorita Trunchbull, no dudéis en ver la película, o mejor aún, ¡leed el libro!
Respecto a la pregunta planteada por Xoan sobre cuál será el verso que aportaremos en materia educativa, creo que lo hermoso de esta idea radica precisamente en que aún no sepamos qué es. Quiero decir, muchos de nosotros tenemos ya alguna idea, o tal vez un borrador de idea, del tipo de docente que queremos ser y los cambios que queremos aportar. Algunos de mis compañeros han comentado que quieren hacer que su asignatura resulte más cercana e interesante a sus alumnos; otros que quieren utilizar juegos y recursos de internet para captar su atención. Pero hasta que no estemos ahí, conviviendo con nuestros alumnos y aprendiendo de nuestros errores, no nos definiremos realmente como profesores, porque a menudo las circunstancias nos obligan a replantearnos nuestros objetivos y cambiar de prioridades. Nuestro verso como educadores aún no está escrito, pero si nos esforzamos, será sin duda un verso hermoso.
¡Hasta la próxima!
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